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16 de abril de 2001

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Por Jesús Castañón Rodríguez

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Número 4. 4 de noviembre de 1982.

José Casado del Alisal

Ahí está aún fresco, con destino a la Academia de Bellas Artes de Roma, el retrato de José Casado del Alisal, de Juan Antonio Morales, que recientemente ha adquirido la Excma. Diputación Provincial para paliar de algún modo la vergüenza nacional de evitar que entre los directores de dicha Academia no figure el que fue en realidad su primer director (1.873), debido a la inesperada muerte de Rosales que no llegó a tomar posesión de tal cargo.

Tal vez da pena decir de nuevo adiós a Casado del Alisal, uno de tantos palentinos cuyo destino estuvo casi siempre fuera de su tierra; estudiante en Palencia, con gran habilidad para el dibujo, bajo la dirección de D. Justo María de Velasco, a la temprana edad de 10 años pasa a Madrid, donde estudia en la Real Academia de Bellas Artes bajo la tutela de Federico de Medrazo.

Orientado por Eduardo Cano hacia el cuadro gigante de corte histórico, obtiene, todavía muy joven, un primer premio de pensionados para Roma con «La resurrección de Lázaro».

Entre sus cuadros históricos más famosos figuran: «La muerte del conde de Saldaña», «Los últimos momentos de Fernando VI el Emplazado», «Testamento de Isabel la Católica», «La rendición de Bailén», «La campana de Huesca».

Como estudios destacan «Flora», «Tentación», «Lanza», «La favorita».

Como retratos los de «Sagasta», «Alfonso XII», «Isabel II».

Vivió muchos años en el número 16 de la calle Bárbara de Braganza (Madrid), donde poseía un espacioso estudio ampliamente descrito en un trabajo de Becerro de Bengoa. Entre 1869 y 1873 poseyó otro estudio en la Plaza del Congreso al que acudían los hermanos Bécquer y en el que el poeta se inspiró para «Las dos olas».

Su discurso de ingreso en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando versó sobre «La pintura española moderna» (Madrid, Imprenta Fortanet, 1885).

Fue asimismo ilustrador de la «Historia de Madrid», del «Museo español de antigüedades» y de la «Ilustración». Murió en Madrid el 9 de octubre de 1.986.

Ahora, a un lustro sólo del I Centenario de su muerte, hemos sentido como un inmenso tirón de palentinismo, como la inmensa pena de que nuestro mejor pintor del XIX, salga otra vez camino de otras tierras como en una forzada y repetida emigración, sin que al .menos nos quede el consuelo -tal vez mereciera la pena- de conservar tan siquiera una copia de ese retrato.

Joaquín Díaz: Cancionero del Norte de Palencia

Viejo entre nosotros el interés por la canción popular, o de arraigue popular, como lo prueban suficientemente las conferencias de don Gonzalo Castrillo (Pedagogía musical, 1920) y la entrega a la recogida y estudios de nuestro folklore por parte de los maestros Guzmán Ricis y Moro (v. lista de sus obras en Banda Municipal de Música. Palencia, 1879-1979. Diputación de Palencia, 1980), a los que habría que añadir trabajos esporádicos como los de Pablo Cepeda (Diario Palentino: 1942-43) o los de Antonio González Lamadrid (Tradicciones etiológicas palentinas a la luz de la Biblia. PITTM, 32, 1971) viene ahora a interesarse por las canciones del norte de la provincia un especialista de la talla de Joaquín Díaz, cuya labor de estudio del folklore castellano es ya sobradamente conocida.

El libro cuidadosamente presentado en las Publicaciones le la Excma. Diputación Provincial (Imprenta Sever Cuesta, Valladolid, 1982) Joaquín Díaz ha ido recogiendo, precedida de la transcripción de la correspondiente melodía, la letra de cincuenta de nuestras más típicas canciones del Norte de Palencia sobre temas que en el decir del autor conforman «el calendario festivo delagro, engarzando sin rubor lo cristiano y lo pagano: Navidad-Reyes-San Antón-Águedas-Marzas-Carnaval-Cuaresma-Mayo-Rogativas-San Juan-Cantos de trabajo-Siembra, Siega, Vendimia, Bodas-Ánimas-Matanza…» y los cantos v bailes localistas -de excepcional interés- que ocupan la parte final del libro.

Se indica siempre al pie de la canción el cantor o cantores la misma, de quién el autor la ha recogido y el lugar de la interpretación.

Sigue una breve, pero erudita explicación, sobre cada una de canciones, con sus antecedentes, versiones… y otros datos cultos. Es digna de alabanza la claridad y sencillez de las documentadas explicaciones, el fácilmente asequible comentario bibliográfico, certeramente seleccionado entre la abundante materia bibliográfica existente sobre esta temática.

Libro importante por su cultura perenne y vital, con la gracia siempre reverdecida de la canción popular:

El sábado por la tarde

por la calle me paseo;

converso con tus vecinas

ya que contigo no puedo…

(El desdichado)

o la alusiva frescura de Barruelo ya no es Barruelo (pág. 140):

Barruelo ya no es Barruelo.

Barruelo es más Madrid.

¿Cuándo se ha visto en Barruelo

que pase el ferrocarril?

o el desenfadado

Las mocitas de Brañosera

ya no bailan más,

porque dicen que en el baile

está Satanás.

o, ya para terminar esta breve reseña, el lírico

Puentecillo de tu calle,

morena, quisiera ser,

tú me cogieras el agua

y yo mojarte los pies…

Reencuentros palentinos

Continuamos la sección dedicada a nuestros artistas emigrados, que ha iniciado Manuel de la Puebla desde Puerto Rico, con estos poemas de Elegía del Páramo (1979) sobre el denso mundo de la emigración: no sólo la que se pierde a miles de kilómetros de nuestras fronteras, sino también la que, no por estar más cerca de la entrañable Castilla de la infancia, deja de ser menos dolorosa.

Emigrantes

Vienen cansados, de lejanas fábricas,

al olor de la era y los amigos.

A veces, sin saber por qué, se quedan

absortos contemplando los alcores.

Luego, si les preguntan, siempre dicen

que les gusta volver, pero que tienen

montada ya la vida de otra forma,

de otra forma el cantar, de otra el trabajo…

Y al final del verano, cuando empiezan

a marcharse también las golondrinas,

cargan el viejo coche con sus hijos,

su mujer, su equipaje, sus recuerdos…

De vez en cuando, porque así es la vida,

baja el nivel del agua en el pantano.

Entonces pobres gentes que no saben

qué pensar ante tanto desconcierto,

qué decir, qué llorar o qué denuncia

presentar ante Dios por la ignominia,

sienten un tirón hondo y aquí vienen

a calmar su dolor una mañana.

Vienen a ver si el agua ya ha tapiado

con musgo los balcones y ventanas

añorando el tabón de donde fueron

extirpados un día para que otros tengan televisores en colores,

discotecas, teléfonos y fábricas…

Después marchan riendo, pero menos,

fumándose con rabia su cigarro,

hablando de otras cosas de la vida,

intentando olvidar lo inolvidable.

Y a veces vuelven turbios, iracundos,

los encrespados ojos contra el agua.

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