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16 de abril de 2001

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Por Jesús Castañón Rodríguez

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Número 36. 23 de junio de 1983.

Retablo minero

Milenario, tal vez casi tan antiguo como el hombre es este duro oficio de la minería. Oficio en que el músculo y el corazón cuentan al cien por cien, en que el riesgo está como una espada de Democles noche y día sobre la cabeza, en que hay que jugarse el todo por el todo en cada instante…

Milenario también el espectro del arte intentando atrapar lo inatrapable: el latido del hombre que aún en el, más rudo de los trabajos sigue conservando su orgullo y su entidad espiritual, sus valores humanos por encima de toda degradación cosificadora, sobre toda opresión.

Milenario, tal vez, ese grito que al cambio de relevos se oye hoy como ayer -desde la noche de los tiempos- en las minas de La Unión de Cartagena: ¡Caeenaa…! Acaso con reminiscencias de la época en que los romanos explotaban esta minería con esclavos.

De la mina, de los mineros, sobre su especial idiosincrasia –no fácilmente captable, pues hay tantos mineros como minas; tantos caracteres como colectivos humanos se ha escrito en todos los tonos y colores.Bastaría recordar La aldea perdida, de Palacio Valdés; El metal de los muertos, de Concha Espina; Jirones de la mina, de Oscar Luis Tuñón; o para citar dos novelas más próximas, La mina, de Armando Salinas, y Los hombres crecen bajo la tierra, de CarlosMaría Idígoras a quien su afán de veracidad le llevó a trabajar en las asturianas minas de Turón durante seis meses. Se podría añadir Sexta galería, de Martín Vigil; mis Romances de grisú; De la mina y lo minero, de Luciano Castañón y otra larga serie de títulos entre los que figuran obras teatrales, películas como ¡Qué verde era mi valle! y una larga nómina de pintores y de escultores que han intentado en todas las materias y formas plasmar el escurridizo tema.

Paradójicamente, entre los artistas plásticos dedicados al tema, entre los muchos que se lo han inventado o los que se han asomado en traje de domingo algún día a una bocamina, destacan -como es lógico- dos de nuestros artistas palentinos: Brosio, Ambrosio Ortega, pintor de estremecedoras e impresionantes visiones surrealistas de la mina; y Ursi(Urcesino Martínez), escultor tremendamente realista del mundo minero a quien acabo de conocer en la primera exposición de su obra, actualmente en la Sala don Sancho, de la Caja de Ahorros y Monte de,Piedad.

Pero hablemos primero del hombre:. Ursi nace en 1932. No tiene medios para desarrollar su principal vocación, desde los 12 años talla ya a navaja (como los pastores) diminutos muñecos de madera, como los monos-mechero; que echan las chispas por la boca. Empieza a dibujar los retratos de algunos amigos, aunque al no dominar las técnicas del sombreado, resultan todavía dibujos planos y sin perfiles. Son dibujos que a veces, sin embargo, rayan en lo clásico.

Sobre los 18 años entra a trabajar en la mina (en Barruelo, en el Grupo Barcenilla). Un día, en ratos libres, termina su Cristo –en roble, de tamaño natural-. Tiene ya casi los 27 años. Se le concede una beca y se le trasalada –como ayuda que él nunca olvidará- a Venta de Baños, donde en calidad de peón va a descargar diariamente veinte toneladas de briqueta.

Por entonces se, matricula en la Escuela de Artes y Oficios, donde estudia con los profesores Mariano Timón, Julio Gutiérrez y Mariano Manzano. Antes de las clases ha desempeñado su duro peonaje en Venta de Baños. Ha vuelto en bicicleta al barrio de San Antonio -donde entonces residía-, ha asistido a dos horas diarias de clase particular. Después realizará los deberes y los estudios: son tiempos de dormir solamente cuatro horas.

De 1959 a 1961 aprovecha cuanto puede en su laborioso aprendizaje, en el cultivo de su vocación fundamental. Como a Victorio Macho en San Femando, no le faltaron a Ursi los compañeros que le miran por encima del hombro, las sonrisillas maliciosas: ¡Qué, esto no es la mina, ¿eh?!

Pero a fin de curso se llevó el premio extraordinario de méritos.

Después vinieron 10 años de emigración a Brasil (1961-1971). Pero allí con su dominio del oficio de escultor se acomodó -ya que al tercer día de su llegada- con un famoso imaginero, exiliado español, con el que realizó multitud de obras entre, las que destaca su Milagrosa, cuyas manos llamaron la atención.

Luego, vuelta a Aguilar, ha montado una tienda de perfumería y en la trastienda un taller «modesto» de escultura no, tan modesta: tres de sus maquetas figuran en el Museo Arqueológico de Madrid; Santa María la Real, de Aguilar de Campoo, Santa María de Melque, de -Toledo; y San Miguel de Lillo, de Oviedo.

Un constante trabajo diario (cinco horas al día más o menos) le han permitido reunir una obra ya considerable, de la que voy a destacar aquí la de tema minero, tema casi monográfico en la actual exposición.

Para empezar, decir que el instituto minero de Ursi le ha llevado a colocar en la exposición un interesante mapa didáctico-, un curioso plano de una explotación minera realizada en relieve, y algunos de los bocetos, blanco sobre negro carbón, de los principales oficios mineros.

La fuerza expresiva y tremendamente realista de los hombres, en su tarea es lo más sobresaliente. Estas tallas en roble -«el material más abundante en el Norte»-, me dice el autor; pero yo añadiría que también un buen símbolo de la reciedumbre minera, -tiene el conmocionante efecto de presentarnos al minero en su ambiente-. No son figuras desgajadas del entorno. Son altorrelieves tallados en el hueco previamente abierto en la madera, roble dentro del roble como el minero es un trozo de tierra en la propia tierra, hecho carbón con el carbón ambiente. Fuera -en bronce- las mismas figuras adquieren otros perfiles a veces incluso más artísticos; pero es aquí, dentro de la propia mina en la que se les contempla enjaulalos, amarrados a su duro destino para siempre, donde respiran su mayor grandeza. Si a ello añadimos que las figuras, con mucha frecuencia no aparecen solas, sino en el colectivo trabajo de la tarea, diremos que adquieren un extraño espíritu de grandiosa solidaridad difícilmente sustituible.

Destaca asimismo la variedad. No se trata, para citar un caso, del picador estereotipado. Aquí, sin salir de esta breve muestra podemos contemplar varias facetas del mismo oficio: picador en el pozo, picador en testero, picador en la sobreguía, picador haciendo el, nivel, picador y, rampero…

Tal variedad impresionante -con vocabulario netamente minero que extrañará al profano- va acompañada de otras tantas actitudes expresivas que contrastan, por ejemplo, el detallado y tópico picador de pica en mano (nº1), cuyos perfiles han sido minuciosamente subrayados, con el picador en el pozo, donde no se ve sino el cuerpo y los poderosos brazos del picador, sosteniendo un fenomenal martillo mecánico que le relega a un total segundo plano con el imperioso predominio de la máquina, de la tecnificación y si se quiere hasta de la brutal deshumanización del trabajador, en este caso incluso sin cabeza a la vista. La musculatura del vagonero es otro ejemplo típico de esta subyugadora escultura de Ursi. Si es el rampero, romperá por su edad y anatomía con el tópico del «guaje» que algunos confunden con adolescente.

Pero todavía alcanza un nivel, superior de profundización en los trabajos colectivos: la tira de madera, que superpone tres mineros en una labor común; el barrenista y su ayudante, en una postura estratégica para realizar un trabajo difícil y duro…

Y, por otra parte, los matices, como ese entibador en bronce, todo bondad de artista en la cara, que recorta la madera con precisión de artesano y cuya cara está relajada por la satisfacción del trabajo bien hecho.

Tal vez consciente de este su mayor éxito el propio artista titula sus cuadros en unos significativos gerundios, cuya permanencia y presencia se nos quedan grabados en la mente: Barrenando en el pozo, Subiendo la madera en tira; Picando en el testero…

Producción, destajo, trabajo duro, fornidas figuras de mineros musculosos en los que se acentúan los volúmenes (el autor dice que así los ve en la oscuridad de los tajos). Y, al fondo, la trama, el entorno de la madriguera, tan asfixiante como si no tuviera su trampilla abierta para permitimos ver la agobiadora jornada. Ellos, indiferentes, en su trabajo, como si no nos vieran, siguen dándole al martillo o nos vuelven olímpicamente la espalda. Ahí de realistas, así de ajenos al espectador, así de embebidos en su entorno, ese entorno sin el cual perderían un gran tanto por ciento de su mejor virtud: su autenticidad insobornable.

Curiosamente, uno de los mineros muertos está fuera de su entorno, tumbado en el suelo, que es el de la mina, pero que bien pudiera ser otro cualquiera. Ajeno ya a su mundo de producción. Cuándo vi el, simplista título (Accidente) me asombré de la naturalidad con que se ve la muerte dentro de la mina. Brosio, en un caso semejante, me había dado igual título para el cuadro incluido en mis Tres trilogías, que luego titulé «Muerte en la sobreguía». En el cuadro de Brosio se subrayaba la tragedia por una serie de mineros fantasmagóricos, de impresionantes efectos de luz sus cascos en las sombras y de acentuados tonos trágicos el cadáver del accidentado –tal vez, Minero muerto- en la más absoluta de las desolaciones, casi como un árbol al borde del camino, cuya tragedia ya no interesa a nadie.

Sólo queda hablar de la perfección técnica. La fuerza del tema y de los personajes viene aquilatada, por una perfecta terminación de la escultura, a veces extrañamente rematada, en el caso de las figuras humanas.

Así, pieza a pieza, son como componentes de un gran RETABLO MINERO, casi como ese magistral RETABLO DEL MAR, de Sebastián Miranda que se puede admirar en laCasade Jovellanos en Gijón, o, si se prefiere, como esas diminutas estatuillas del RETABLO GREMIAL, de una historiada arquivolta de Santiago de Carrión.

Tal vez a través de estos mineros de Ursi -¡pena que no sean de tamaño natural!- se establezca y se apriete aún más ese estrecho abrazo qué pudieran darse el MONUMENTO AL PICADOR de Guardo con el otro MONUMENTO AL MINERO de Urbiés, en los altos picos asturianos, que campea por encima de Turón.

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