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16 de abril de 2001

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Por Jesús Castañón Rodríguez

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Número 35. 16 de junio de 1983.

Bibliografía palentina

Hojas Concertadas. Poemas-dibujos. Graficinco S.A. Fuenlabrada, número 1-Madrid, 1983.

Interesante esta experiencia artística de Hojas concertadas, en, cuyo número 1 -aparecido el 27 de mayo pasado- se dan la mano, por orden alternativo, de aparición, los poetas Julián Casado, JOSÉ MIGUEL DE LA FUENTE RUIZ (palentino), Belén Rodríguez, Enrique Serrano y los dibujantes o pintores Jesús Ballesteros, Manuel Bustos, Ricardo de Lózar, Angel Luis Muñoz, Pedro Pedraza, BLANCA PRIETO (palentina), José María Tejeda Sánchez y Rubén Torreira. Hay una introducción homenaje a José Ortega y Gasset.

De los XV apartados del libro, los dibujos de nuestra pintora (residente en Aranjuez) Blanca Prieto, ocupan el capítulo VI y, el libro de nuestro poeta José Miguel de la Fuente Ruiz, catedrático en el Instituto de dicha ciudad, el V. Se, trata de la edición de Acento circunflejo, libro que llevaba algunos años inédito.

Sólo poner aquí, paralelamente poema y dibujo, para cuantos sienten inquietud por nuestras cosas y por las cosas de nuestros artistas de dentro y de fuera de casa.

Encarnación Hernández Rojas

Segundo premio de la Bienal de Escultura y Pintura de la Universidad Politécnica de Madrid


Encarnación Hernández, que acaba de saltar a la actualidad, con la obtención de este reciente premio, nació en Casillas de las Flores en 1949 y estudió el bachillerato en Salamanca.

Realizó cursos de pintura y escultura con los profesores Alvarez del Manzano y Núñez Solé, (que avivaron su vocación, temprana por la escultura y por la investigación artística de la naturaleza) y cursó la especialidad de escultura en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando.

Desde 1979 es profesora de dibujo en el Instituto Jorge Manrique y, desde 1981, Profesora. Agregada de dicha asignatura.

Aunque apenas realiza pintura, pues las esculturas las realizó directamente sobre el barro (sin bocetos previos) tiene diversas maternidades, algunos bodegones con técnica mixta de pastel y acuarela en los que predominan los tonos cálidos, entremezclados con los dorados y los verdiazules. Y, como en su escultura, el predominio de la figura humana, especialmente de la figura femenina, generalmente angulosa, de cara muy alargada y pelo muy rizado, normalmente en planos contrapuestos. En los desnudos, una serie de grafismos superpuestos, vienen a desdibujar la llamada hacia el sexo para arrastrar la atención del espectador hacia la serena mirada de la protagonista o hacia las anatomías desbordadas por las amplias y a veces deformantes caderas Y las fuertes musculaturas, en claro contraste con, la serenidad clásica -a veces hasta totalmente griega- de algunas de las caras.

Entre las esculturas podemos subrayar la serenidad pensante un tanto estatuaria de este rostro de mujer, ganador del último premio. El aspecto geométrico del pelo, contrasta con las incisiones de los ojos y con la angulosidad de los pómulos -apenas perceptibles- y en la trabajada zona de la boca.

En otras, el pelo constituye un tercer espacio vertical casi en su¿ totalidad para la elaboración de zonas a escúlpir.Y, sin embargo, subrayados por el contraste de los rasgos leves, que constituyen el encanto irresistible de estas mujeres de Encarnación Hernández.

En la Venus perhistórica –de su reciente exposición en la Sala Berruguete- resalta la musculatura -siempre relevante en las mujeres de esta escultora-, el aire de sereno mando, de gesto duro, como un aire de matriarcado gobernante, muy por encima del tabú del sexo.

Entre los barros todavía húmedos que hemos podido contemplar en su pequeño estudio, donde la escultura se libera de los avatares cotidianos, donde se pierde a su gusto por otras galaxias y se le pasan, las horas sin verlas, habría que destacar una figura de muchacha oferente, con un ramo de flores en las manos, en posición dorsolateral, que la escultora piensa colocar en la tumba de su recién fallecida madre.

Tal vez sería bueno decir que hay allí también, en preparación, una máscara de mujer africana, cuyo rostro tiene la penetrante mirada -serena, pero inquietante a un tiempo- de las caras femeninas que trabaja la escultura. Y, sobre todo, una maternidad o madre castellana, que condensa la fuerza, la musculatura, el enfrentamiento con la dureza del medio ambiente, la fecundidad y la ternura en un sólo gesto, para más dificultad todavía, -sin subrayar en las modernistas caras de la madre y el hijo que se funden en un estremecedor y a la vez silencioso abrazo.

Si añadimos que la casi totalidad de la obra la ha realizado la escultora y prfoesora en estos últimos años que lleva entre nosotros, tendremos que felicitarnos de que esta incipiente, pero ya veterana escultora, haya afincado entre nosotros y de que precisamente aquí, entre nosotros haya empezado a participar en exposiciones colectivas como la Itinerante del Consejo de Castilla y León -todavía en circulación por diversas provincias- la de Ambito (en Valladolid) o la muy reciente de la Sala Berruguete, que afortunadamente ha venido a coincidir con la concesión de este premio en la Universidad Politécnica de Madrid.

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