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16 de abril de 2001

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Por Jesús Castañón Rodríguez

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Número 28. 28 de abril de 1983.

17.- Autores y libros

Los poemas sueltos de Enriqueta Palacios, como sus aislados artículos literarios aparecen en El Diario Palentino, donde Dacio Rodríguez Lesmes incluye en su Antología poética palentina, de su clásica página cultural «Literatura, Ciencias, Arte» el poema «El tiempo que me robas»:

El tiempo que me robas, es

una canción, un grito,

un piropo, un abrazo,

un alimento,

un cambio de pañales (…)

porque paso y repaso por tu cuna

para mirarte más,

para lanzarte un guiño.

Versos que contrastan con el prime lustro de la década de los 50, como aquel angustiado y tan femenino grito de 1955:

¿Por qué, Señor, secaste la fuente de mi vida?

¿Por qué mi seno estéril no puede concebir?

¿Por qué, Señor, no escuchas mi queja dolorida

y haces mi ser fecundo, colmado de mi vivir?

¿Por qué mi tronco seco no se cubre de flores?

¿Por qué no brota un tallo de mi insaciable amor?

¿Por qué en el ancho campo de mis recios amores

no se graga una espina y hace carne un dolor?

Verano, 1955

Por otra parte, la escritora sigue mimando su obra. acunándola, guardándola arropadamente, con las raras excepciones de esas colaboraciones en periódicos y revistas: Palentina, (de Palencia Tiempo Libre, 1981 )

Mujer capaz de lucha cuando hay batalla

tímida y recatada, mística y dura…

o Esos hombres (Campo Unido, 17, 1982):

¡Castilla paridora de varones sufridos como tú, como tú recios!

o los populares temas de CONCIERTOS DE LA BANDA DE MUSICA:

Plaza Mayor, ciudad endomingada.

Medio día en sol, aire de Fiesta…

Atrás quedan ya también las representaciones tearales y las actuaciones en recitales, como la inolvidable presencia en Las Bodas de Diamante de] Colegio del Santo Angel (21-6-1956), abriendo un memorable acto en el que destacó Paco Vighi con sus Recuerdos de mi niñez.

Atrás una larga recopilación de poemas -acaso más de un centenar, aún hoy inéditos hasta que a fínales del 79 (año del V Centenario de Jorge Manrique, a 30 años ya de aquella entrañable velada homenaje al gran poeta en Paredes de Nava como presentación en sociedad de Nubis) la poetisa se sintió de pronto con una inmensa necesidad de comunicación hirviéndole dentro del corazón… Y empezó a participar. de nuevo, en algunos actos literarios, Poco después (escrito en el 79 y el 80) nacía, como una eclosión de la fuerza creadora, Otoño Intimo (Edición no venal de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Palencia.- Gráficas Iglesias. Navidad de 1980).

El libro -con prólogo de Carlos Gusano y muy finamente ilustrado por las plumillas de su hijo Enrique- se abre con «Respirando Castilla», en la confesión palmaria de castellanía:

He nacido en Castilla, tierra dura (…)

He crecido con trigo de sus campos (…)

La vivo cada día con su gente (…)

Siento que soy sonora y campesina.

Y el castellanismo de Enriqueta se le va creciendo entre las manos. como la buena masa. a lo largo de los siguientes poemas:

Por entre la jornada de los cardos

las legiones de hormigas (…)

Pueblo dondo yo amo,

pueblo donde conozco y me conoce,

donde critican sin piedad mi vida,

donde disculpan con amor mis faltas.

para amasar el amor con las mieses o cantar la tahona de Mercedes o cantar a Monzón de Campos o proclamar a grito de pregonero el abandono de nuestros pueblos:

Si no sabemos amar

lo que más cerca tenemos,

ni defender los rincones

más entrañables del pueblo.

¡Por todo lo que perdimos

puede que un día lloremos!

Su palentinismo íntimamente exaltado y proclamado a los cuatro vientos de la ancha España la llevan a la indignación cuando en su camino encuentra a alguien, caminos adelante que se avergüenza de su origen:

¿Has visto tú cómo nos parecemos?

La misma brusquedad. El mismo temple.

Se nota que hay Castilla de por medio…

La segunda parte -«Poemas de vida»- empieza con esta definición:

Vivir es… como abrirse las entrañas

y dejar. que se llenen de infinito.

En Sueños:

Me faltas tú

para llevar a medias los fracasos

que salen al camino

Las «Ironías», llenas de filosofia vital. como toda la obra de la autora cierran este libro entrañable con una «Canción de cuna para una Navidad distinta».

El metro. clásico. El vocabulario, reciamente castellano como el pan nuestro de cada ,día. El objetivo central del libro, la comunicación, plena y ardientemente logrado: son versos no aptos para la apatia distanciadora del lector. El lector del libro tiene que estar o ponerse también. a viva fuerza, en Otoño Intimo, porque así se lo impone la sintonía.

En 198l, Tríptico de Navidad y Canción de cuna, magníficamente editado como felicitación de las Navidades en el año del Centenario de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, incide -aunque con verso libre, hasta ahora habitual en la poetisa- en el tema candente de la maternidad:

María dijo si y en esa entrega

y en esa aceptación. fuimos los hombres

la causa de que el Verbo se encarnase,

por eso nos amó desde el principio

Poco después. al poema siguiente. la poetisa salta con habilidad al romancillo lleno de ternura:

La Virgen soñaba

como buena madre

con ver a su hijo,

mecerle, abrazarle…

Tal vez la autenticidad del tema ha hecho que el poema haya sido incluso un año después, en el número 14 de los Cuadernos de temas navideños por Antonio Oyarzábal Murgiondo.

La Canción de Cuna, que cierra el Tríptico, rebosa ternura por los cuatro costados, pero ternura natural y castellana:

¡Son azules tus ojos

niño que duermes?

¡Son acaso castaños,

negros o verdes?

La falta de dulzonería empalagosa, la reciedumbre y naturalidad del tema apartan este Tríptico de los trillados versos al uso en estos casos.

El año 82 termina con una eclosión no de la primavera. pero si del otoño, esa estación de música perfecta a la que Enriqueta es mucho más adicta. El 26 de noviembre aparecen las Coplas de Amor yDesamor, con un juego de antinomias en el título que luego abundará igualmente por el interior del libro. Son como resúmenes de las observaciones sobre la vida y las conversaciones de los demás:

Marinero

no vayas de romería,

que tu niña te espera,

junto a la orilla.

La autora prefiere la copla 112:

Hay que dejar entreabierta

la puerta de la esperanza,

por si llega de improviso,

que no la encuentre cerrada.

Son coplas con sentido de espejo retrospectivo, con un acento machadiano y regusto a Bergamín y a Villalón. Hay en ellas mucho también de la mejor ironía castellana, con resuellos del carácter recio y emprendedor de la autora:

En el amor y en la vida,

he llegado a comprender

que es mucho menos feliz

el que se deja querer.

Con razón afirma Nicomedes Sanz y Ruiz de la_Peñ, al final del prólogo: «Como colofón, afirmo y sostengo que las coplas de Enriqueta Palacios no desmerecen entre el enorme caudal atesorado por la literatura castellana».

Y, poco después, Cadencia rota, con dibujos de Toño (Antonio Delgado) y un título que viene subrayado en la portada por una cadencia rota (de la música puesta por Angel Martín a uno de sus poemas).

José Hierro, en el atinado prólogo, señala las tres claves del libro: el tiempo, el amor y Castilla. Califica también esa poesía entre la tradicional, que ignora o más bien desdeña tanto la anécdota puramente realista como la mera superficialidad modernista sin más. Y termina con esta acertada clasificación: «Poesía necesaria», «a manera de un diario en el que su autora va depositando la huella de cada día, su humanística palpitación».

El libro comienza con la fuga de la esperanza entre dos luces:

Entre la luz. del alba que principia

y esta luz vespertina que sorprende

sigue el poema amoroso de toda su obra, de toda su vida:

Como sueño sin sueño,

como llama sin lumbre…

como yo, sin tu sombra.

La fugacidad de la vida

Que sólo el presente

tenemos seguro

y ¡es tiempo tan breve!

El tiempo de amor

el tiempo que gastamos sin saber que vivimos

la sinfonía de fondo de los cotilleos.

El paseo romántico por la orilla del río.

La tertulia sedante… los viajes, los avatares cotidianos y hasta la propia muerte Morir es despertar cada mañana sin ver el alba entrar por los cristales interrumpen a cada paso esta cadencia íntima como siempre, como siempre vital, familiar y humanística como siempre, que es la poesía de Enriqueta Palacios, algo más densa -que nunca amarga- a lo largo del libro.

Y ya sólo como anécdota, porque estamos seguros que el efervescente renacer de su musa poética, nos haría quedar por mentirosos a estas horas, este poema que cuando hablé con la autora cerraba -hace ya un mes- su producción poética. Vaya como contraste a aquel otro poema primerizo a que he aludido en mi referencia anterior a su obra (Noticias de Palencia, 21-4-83):

Yo quisiera morirme como mueren los días:

al acabar la lucha de la dura jornada.

Cuando el cielo se adorne de brillantes orgías,

cuando duermen los odios su meta solapada…

El poema está fechado en, febrero del 83. Esperemos que antes de cerrarse el año, acaso en el otoño, la fecundidad de la poetisa, nos sorprenda con otro de sus libros, tal vez con otra explosión de su castellanía.

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