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16 de abril de 2001

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Por Jesús Castañón Rodríguez

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Número 31. 19 de mayo de 1983.

Gonzalo Martín Santos: La Torre, el puente y el río

Cuando se van a cumplir las Bodas de Plata de la aparición de este curioso libro, segundo de nuestros dietarios íntimos o líricos, nos interesa traer a estas páginas un comentario que más bien es -además de la efemérides- un curioso conjunto de circunstancias ajenas al libro en sí.

Para empezar el libro es «obra recomendada por el Tribunal designado, por la Institución Telló Téllez de Meneses y premiado por la Corporación Provincial, con un accésit en el concurso literario de 1957». La obra se publica en la, Imprenta Provincial en 1959, nueve, años después de la aparición de la recientemente reeditada Rapsodia de la Ciudad abierta.-Dietario lírico, del periodista Valentín Bleye.

En La torre, el puente y el río, el tono es más íntimo desde la propia, entrada, con diálogos siempre en boca del puente: «Cuando esta tarde, al caer el sol, he visto mi silueta reflejada en las tranquilas aguas del Río Carrión, me he dado cuenta de que, a pesar de mis años, aún me conservo bien. Tengo elegancia. Una elegancia cara; una elegancia de raza elevada».

«El Puente Mayor también es señorial y elegante, pero demasiado serio, y del Puente de Hierro… Bueno, de ese es mejor no hablar. Produce la sensación de ser el esqueleto de un barbo, igual que los que algunas veces he visto flotando en el agua. Y luego tan fatuo, tan snob -creó que así se dice ahora- y, ya pedante. Me alegro que esté lejos. No aguantaría su vanidad…»

Así de íntimamente se va expresando Puentecillas, un puente viejo que no sólo enjuicia su importancia con respecto a los otros puentes de nuestro río sino que además, añora los viejos tiempos con sus orillas llenas de muchachos que hacían novillos, que se duele de los embates de los troncos que arrastra la riada de sus viejos amores con la Torre de San Miguel:

«Torre de San Miguel

novia de Puentecillas…»

Un libro viejo, en el plano, de las semiguías, de los que tanto tenemos y que, si hoy traemos a primer plano, es, sobre todo, por a belleza insólita de sus ilustraciones fotográficas como la de esa estremecedora panorámica de la catedral bañándose en el río o el de esa lavandera no menos insólita en las renovadas orillas ciudadanas del Carrión en las que uno encuentra asimismo sin sentido, el actual Bolo de la Paciencia, ese que estuvo a punto de desaparecer con la renovación urbanística últimamente acometida y al que la nueva Guía Ilustrada de Palencia (Ciudad), tan magníficamente editada y tan bien realizada -Como ya hemos dicho en otra ocasión: Noticias de Palencia, 5-5-83- describe como típico mentidero de la ciudad, en el que «en remansados y no muy lelianos tiempos, los ‘hacejeros’ y lavanderas descansaban aliviando la carga camino de sus casas».

De esos remansados tiempos, de esos tiempos de amoríos líricos entre Torre y Río, de esos tiempos -no tan lejanos aun cronológicamente, aunque ya muy distantes en el costumbrismo-, de esos buenos tiempos en que la falta de medios ilustrados todavía se sustituía con la imaginación de los poetas -de los que Palencia siempre tuvo abundancia- es este Dietario íntimo en que, como el autor anuncia en la entrada del libro, se escribe la historia de algunos personajes que pasaron por estas nobles piedras, «en distintas estampas líricas, llenas de contenido poético y, humano…», escrito en ese género de las «novelas cortas tipo dietario, así conocidas ya universalmente, aunque no respondan al concepto clásico de la novela».

A lo curioso de la portada, que en sus elementos fundamentales -puente, torre, río- ya Cesteros había reunidos en la portada de la obra de Valentín Bleye y que hemos venido viendo repetirse hasta la saciedad en nuestros libros, hay que añadir la calidad de las fotografías.

De Hoyos Casén y de Payá: no sabemos de cuál es cada una y la prosa poética en la que el autor desborda su intimidad.

Pero, si hemos de quedarnos con algo de todo el libro, nos quedaríamos, sin duda alguna, con esta gran foto en que Catedral y Bolo de la Paciencia se abrazan entrañablemente, como inseparables gigantes y cabezudos, en esta foto que tal vez hubiera permitido reconstruir el Bolo en un. ambiente algo más próximo a su realidad que ese mero pedrusco sin sentido para las nuevas generaciones, ahora al menos conservado a la orilla del río, y casi por puro milagro escapado a la barbarie de la máquina y de estos tiempos acelerados y no precisamente «remansados» que vivimos.

Poetas de Palencia

Incluye los poemas «Puesta de sol y un verano en un pueblo de Castilla» de César Augusto Ayuso y «Visión de La Puebla», de Roque Nieto Peña.

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