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16 de abril de 2001

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Por Jesús Castañón Rodríguez

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Número 12. 30 de diciembre de 1982.

Nómina y balance de nuestra poesía: 1945-1980

Ahí en imagen ineludible, el número 100 de la Colección Rocamador cuyo largo y heterogéneo recorrido (Número 1, Navanunca de Juan José Cuadros, 1961) ha sido estudiado y catalogado por autores y materias en Movimientos literarios en Palencia. Rocamador. Análisis de contenido (PITTM, 41, págs. 1-68, Diputación de Palencia, 1979, abarca los 95 primeros números y los 45 de la Revista Rocamador: 1955-1968).

Inevitables lapsus poéticos hacen que el número cien real viniera existiendo ya desde hace algunos años (Moro Benito, José María: Poesía palentina posguerra, Diputación de Palencia, 1980, pág. 241). Estos son los libros que no figuran en la actual numeración y, que en el caso de repetición nosotros señalamos con la indicación «bis» – 66 «bis», Palpada melodía, de Juan Sosa Suárez. Imprenta Merino, Palencia, 1968 y 74, Nuevas, cartas y llantos de Navidad, de Victor Manuel Arbelos (desaparecido por razones de censura)-.

95 «bis», Piedra adolescente, de Manuel Jurado López.- ECESA, Sevilla 1968.

A estos 98 números reales se han añadido después:

96, Alada cuna de la libertad, de Marcelino García Velasco. Gráficas Diario-Día, Palencia, 1979.

97, Afirmación del hombre, de César Augusto Ayuso. Gráficas Valderas, León, 1980.

98, Perséfone desde el río, de José Ramón Blanco, El Noticiero Bilbaíno, Bilbao, 1980.

99, Cantos al Espíritu, de Pedro Zabaldía (¿seudónimo de Antonio Rodríguez?) Imprenta Merino, Palencia, 1981.

100, Poemas del amor de cada día, de José María Fernández Nieto. Imprenta Merino, Palencia, 1982.

Tenemos, pues, superada la barrera mágica de] número 100 con un libro de¡ fundador y director de la Colección y de¡ Movimiento Poético Rocamador, que es en casi su totalidad una antología de los poemas más entrañables del autor, «aquellos que nacieron como desahogo de su propia intimidad, de sus vivencias familiares, de su sentido concreto, de sus sentimientos amorosos, de su filiación de sangre, de su paternidad», como acertadamente se dice en la solapa.

Por un extraño atavismo de lector hemos ido al hontanar de la Colección, a Navanunca, de Juan José Cuadros que, curiosamente, encabeza estos versos de Fernández Nieto:

Lo crea usted o no, digo que un pueblo

es tan perfectamente incomprensible

como un hombre que quiera suicidarse

llevando entro las manos siemprevivas.

En el polo opuesto de las «siemprevivas» Cuadros empieza Navanunca plantando este lírico pueblo castellano:

El nombre no lo sé, pero lo invento

y digo: Navanunca.

Pongo torres

-que son más necesarias que los pozos-

y, un cementerio chico

Hay que buscarlo

en la gris geografía

de los mapas que pintan los niños castigados …..

Curiosamente a 21 años de distancia, José María Fernández Nieto cierra su antología con esta especie de testamento humano:

Cuando me muera, quemad

todo lo que no haya sido

amor.. ¡Que no quede nada

ni una palabra, ni un lirio,

ni un deseo que no huela

a Dios, cuando me haya ido¡

Y entre las siemprevivas y Navanunca, entre Navanunca y Poemas del amor de cada día, toda una serie de autores -no todos castellanos y muchos de Hispanoamérica- que han ido dejando ese largo centenar de sueños, esos 21 años de soñar despierta de la Colección Rocamador, aquí, en Palencia de Castilla, como se solía decir a mediados del siglo cuando Palencia todavía no sonaba en el extraño mundo de la poesía.

Y, paralelamente, en la última década ha aparecido una interesante bibliografía general, como fruto de un merecido interés por los estudios locales: desde las visiones generalizadas de nuestra poesía, en las que el lector hallará a su vez una bibliografía más detallada sobre cada autor, hasta el estudio concreto de los poetas ya desaparecidos como Paco Vighi (PITTM) y Gabino Alejandro Carriedo (Noticias de Palencia, 2-12-1982).

En la bibliografía fundamental debemos incluir la tesis de licenciatura de José María Moro Benito Poesía palentina de posguerra (Diputación de Palencia, 1.980) Movimientos literarios en Palencía: 1945-1975. Rocamador. Análisis de contenido (PITTM, 41), Movimientos literarios en Palencia: 1.945-1.975 (Id, id, 43), Castilla en los poetas palentinos de Rocamador (id, id, 44) y Un caso insólito en nuestras letras. El movimiento literario Rocamador llega a centenario (Hora de poesía, 9, mayo-junio, 1980, Barcelona), trabajos en los que en conjunto se da una primera visión del estado de nuestra poesía desde 1.945 hasta 1.980, año en que cumple sus Bodas de plata el grupo Rocamador, el más extenso en tiempo y en espacio de nuestros movimientos literarios.

Mención aparte podrían merecer los acercamientos a los nuevos poetas -muchos de ellos ahora en la Universidad y en la década anterior todavía en la etapa de las primeras apariciones colectivas, en revistas impresas o ciclostil y dentro de los medios escolares- como pueden ser, entre otros muchos, la Tertulia Literaria Jorge Manrique (PITTM, 47), los Viernes del Arte Joven (Poesía y pintura) (Gráficas Diario-Día, 1976), la revista Habibi (Grupo Literario Habibi, de Venta de Baños) (Gráficas Diario-Día, Palencia, 1979), Reflejo (Instituto Jorge Manrique, abril 1980, cuya reaparición a nivel universitario parece ininmente), La Buhardilla (tal vez del 79), las publicaciones del Grupo Literario Guardense (a veces incluidas también en la Revista El Roble), las de la Agrupación Cultural Amaya (con la inclusión de libros de versos publicados a ciclostil), el Grupo Pámpano de Poesía (Carrión de los Condes, noviembre de 1979)… y algunos otros a los que se suele hacer referencias en la bibliografía ya citada y de los que se espera el adecuado desarrollo en la actual década.

Un puesto destacado lo ocupa la poesía de Casilda Ordóñez Ferrer: En medio del camino, Imprenta Merino, 1972; Sora Luna, id, id, 1975 y Carta del rey, id, id, 1979) y Enriqueta Palacios (de Nubis, Otoño íntimo, Gráficas Iglesias, 1980), a las que hay que añadir una larga lista de poetas (Casilda Ordóñez: La mujer en el mundo de la poesía, PITTM, 35).

Entre los poetas independientes cabría señalar, entre otros, a Albero Combarros (Humo de tabaco y aroma de café, Gráficas Iglesias, 1962), Manuel de la Puebla (Unos apuntes líricos, Zaragoza Deportiva, 1973), Javier Villán (La frente contra el muro, La Encina Editorial, Cáceres, 1975), Luis Casalduero Gil (Recuerdos de un ayer, Imprenta. Merino, 1974), Miguel de Santiago (Catálogo de insomnios, Colección Adonais, 338, Madrid, 1976), Juan Sánchez-Tejerina Serrano (Mi humilde campanario, Gráficas Lafalpoo, Valladolid, 1977), José L. Cabeudo (Laringe, Gráficas Diario-Día, 1978), Luis A. Gutiérrez (De Hada en Hada, «Maquinuscrito», Colegio Nacional de Carrión).

La escuela del Tío Pituso

He aquí algo que viene tradicionalmente planeado como una inconcreta pesadilla lingüística sobre los muchachos palentinos: «Como sigas así, tendremos que mandarte a la Escuela del tío Pituso».

Cuando alguien no hace perfectamente las cosas: «¿A qué escuela has ido tú? ¿A la del tío Pituso?

Si preguntamos dónde está esa famosa escuela, pocas son las personas que sabrán respondernos.

Y, sin embargo, existió esa fantástica creación de la picaresca estudiantil: en la zona mágica de la actual calle de Salvino Sierra, en ese espacio más bien estudiantil en donde confluían en muy pocos metros cuadrados la Catedral, El bolo de la paciencia (Noticias de Palencia, 18-11-1982), Puentecillas, El Instituto Viejo (Noticias de Palencia, 25-11-1982) y, lógicamente, el corral en que un hombre ya mayor guardaba las caballerías de toda la ciudad, sacándolas a pastar también por las módicas cantidades de 5 y 10 céntimos (media jornada o jornada entera).

La imaginación estudiantil, la de las proclamaciones de vacaciones anticipadas la de aquel antiguo convento que fue el Instituto Viejo, puso el resto y estableció «los estudios paralelos» de la Escuela del Tío Pituso, de la que podemos ofrecer, incluso, esta curiosa ilustración.

Poetas de Palencia

Incluye la composición «Un poema de amor para la ciudad de Palencia», de Juan José Cuadros.

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