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16 de abril de 2001

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Por Jesús Castañón Rodríguez

Página cultural del diario Noticias de Palencia

Número 39. 25 de julio de 1983.

Nuestra lavandera

A la tercera es posible que los duendes que rigen los talleres de los periódicos o que revolotean a placer por sus naves, me hagan caso y coloquen esta refrescante imagen de la lavandera en. su sitio. 
La historia es tan inverosímil cómo otras tantas que hemos oído contar en las redacciones o en las clases de composición de las Escuelas de Periodismo: la primera vez que puse a lápiz, dentro de un recuadro, «fotografía de la lavandera», los duendes se sonrieron y me pusieron -respetando el pie como unos caballeros que ellos son- la hermosa catedral de Palencia, bañándose en las transparentes aguas del Carrión, como en un cuento mitológico, como ojalá lograran dejarla los amigos de la catedral y el alcalde Jambrina, que tanto ha embellecido esa zona de las márgenes de nuestro río, tan ajardinadas ahora, pese, a la contaminación que obliga a cerrar, las piscinas.

La segunda vez, para el artículo Elogiode la lavandera (Página Cultural, 38), la huidiza imagen fue sustituida por la portada del libro La torre, el puente y el río, en cuyo interior está escondida esta añorante imagen de la lavandera que tan bien nos vendría ahora como contraste a esas desoladoras imágenes llenas de peces muertos flotando sobre las aguas del Carrión. Perdía así bastante sentido la imagen del Bolo de la Paciencias, sin la lavandera y sin los viejos estudiantes de principio de siglo anticipando un mes las vacaciones de Navidad y gritando aquello de que

Si las costumbres son leyes

y las leyes respetamos,

en noviembre nos marchamos;

no volvemos hasta Reyes.

A no ser, claro, que el Bolo sirva ahora para sentarse y esperar la aparición de esta hada mágica de la lavandera, figura por insólita, tal vez ya mitológica y hasta merecedora quizá, de un monumento.

Y ahora, a la tercera, «a la tercera va la vencida», ahí la tenemos para probar que no hay duendes capaces de entorpecer nuestros propósitos: en toda su frescura, como hace la friolera de 25 años, y al mismo tiempo en todo su anacronismo, como si hubiera pasado más, mucho más tiempo aguas del Carrión abajo.

Joaquín Galán: El aire original

Joaquín Galán es uno de nuestros poetas más activos en los últimos años: Vocación de mar Col. Rocarnador, no 58, 1966; Los ojos de la piedra Sala Poesía, Madrid, 1977. Ni el desorden del fuego, Col. Koral, Barcelona, 1979, y El aire original, Adonais, Madrid, 1983.

Si en Vocación de mar, su amigo Jesús Tomé (con el tiempo antologizado por Galán) abría las PALABRAS DE COMPRENSION EN FORMA DE PRÓLOGO con esta afirmación: «Lo primero, que llama la atención en este libro de versos es la sabidu-, ría artística con que están escritos. Es difícil imaginar que se trate de un libro primerizo», ahora es nada menos que Salvador Espríu quien, rompiendo con su habitual proceder de no poner prólogos a libros escritos es castellano, abre emocionadamente las páginas de este «aire original»:

«En medio del desconcierto y mediocridad en -que se arrastra, en no pequeña medida, el panorama poético español, es altamente estimulante encontrarse con el libro El Aire Original».

Entre ambas afirmaciones, entre estos dos polos del primer libro y este último, recientemente aparecido, está todo un navegar vital y estilístico de Joaquín Gálán, hombre de hondos saberes, en efecto, y de, no menos hondas vivencias: Desde aquella a profética, Primera aplicación de Vocación de mar.

Bien cabe el mar en cada mano.

Ahorearlo se podría

con Dios, y a nado

de más olas en coro,

¿Desde qué torre cuelgo el faro?

Huésped del mar,

a qué brazadas de amor o sombra he de salvarlo

Hasta este primer poema de El aire original:

No sé si volveré

algún día a mi tierra.

¿Podrán perderse en el olvido,

aquellos cerros mondos, los postrados caminos,

el cielo aquel sin muerte, la augusta paz de las cañadas?.

En el medio, entre dos estos mojones, entre la salida del barco, su llegada a puerto y su añoranza de retorno:

Sé por qué me rebelo yo querría

ser libre amar nutrir una esperanza

de dicha y pronto vi que no se alcanza

esto que se desea cada día,

esta apasionada aclaración con los que se abre surrealista Los ojos de la piedra, escrito en un momento importante de la vida del poeta, y distinto incluso por la propia ortografía.

Paralelamente, Ni el desorden del fuego, abre un paréntesis in crescendo con Apuesto por esto, en que primera persona de Galán se sustituye por el juego de tres actores (casi como tres máscaras): él, tú, YO:

Él.- De nosotros los -árboles se dice que andamos en buen trato con las nubes…

Tú.- Yo me supe cercado por un fuego y hora, con todas sus pavesas, mineral, cristalizo.

YO.- Para tal ceremonia dad lustre a vuestras señas, poner soplos de gracia entre los desperdicios M pasado.

ahí están, curiosamente colocadas a la entrada de cada libro, una especie de escalonadas y vitales vivencias de Joaquín Galán, poeta perfeccionista, de elaborado estilo, de perfeccionamiento diario, crítico literario y colaborador de varias revistas, estudioso de Carriedo y como él también anclado fuera de esta tierra a la que

ahora desde la lejana Barcelona, en la que, Como antes Carriedo en Madrid, tiene Galán montado su

aeropuerto literario. Eso sí, sin olvidar ni en el verso ni en la realidad diaria lo nuestro, llamando o

escribiendo cada poco, volviendo periódicamente -cada verano o cada Navidad- a Villaviudas, interesándose por lo que se publica en Palencia, siguiendo de cerca la reciente antología de nuestros poetas, preocupándose por lo su yo, no cortando suicidamente las raíces, que ahora son precisamente el alma de este logrado Aire original; gentil vuelta de la cabeza hacia atrás desde esa presentida tienda del primer libro, de la lejana Vocación de mar en donde se afirmaba:

Con sangre el viento pinta en una agenda

a ocultas un mojón para el viaje,

nos roba de los ojos en vendaje

y señala hacia el alba nuestra tienda.

Ahora, desde esa tienda catalana, a dónde ha ido anclar la nave de Galán, aparece retrospectivamente el mundo de la infancia:

Allí (es decir, aquí) los pájaros futuros

cómo cunden, allí las flores castigadas,

el rapto de la infancia por los aires sedientos.

Sólo por ti, región de cruda luz el pensamiento…

por la mirada los arados abriendo

hazas leves que suben, musicales, la cuesta

sordas aves, apenas tangibles por el miedo.

Y, como una afirmación más de su palentinismo, ya puesto de relieve en numerosos poemas de PALENCIA PIEDRA A PIEDRA, a los que habría que sumar todo este libro:

Desde siempre esta luz ha bañado mi sangre (…)

emprendemos la ruta del origen, corramos

en pos del velloncico de la infancia…

Que allí donde las liebres y el tomillo;

está mi pueblo.

Dónde se encelan las perdices, a saltos entre el trigo.

Este apasionado canto a la propia tierra, este idílico canto de las tierras del Cerrato y de sus gentes, resulta, por infrecuente, altamente original:

Qué está casi llegando,

bien lo adivina el caminante

por el polvo que en tromba da en su rostro.

¿Está su casa ahí? ¿Están sus gentes? (…)

No soy yo quien va por estos valles,

van ellos por mi sangre al caminar…

TORRES, allá, desentendiéndose de la humildad del barro…

Un viento de gatuñas se restregaba contra los tejados…

Sentimiento vivo de amor a la tierra nativa, admiración y elogio de sus gentes y de sus paisajes, pero al margen del tópico, desde una visión plenamente poética y, por tanto, original. Una nueva visión de Palencia, de sus tierras, de lo esencial castellano, q6e bien merece ese elogió, por insólito aún más valioso pero no menos cierto, de Salvador Espriu con el que quiero cerrar esta breve reseña de este último y gran libro de Joaquín Galán:

«Al leerlos, Pienso en Unamuno, de tan vibrante enraizamiento, aunque tuvo que bregar trabajosamente con el castellano, que en usted fluye con precisa y rotunda naturalidad, con un muy regalado acento.

A mis años pocas sorpresas literarias cabe ya esperar, pero la sinceridad me dicta confesar la excepcional palpitación de este libro, sorprendente en calidad, sin concesiones a ciertos ISMOS cosméticos del momento.

En algún punto de su libro nombra usted a Palencia. ¡Cómo me -gusta esa población! Evoco su conjunto arquitectónico alrededor de su catedral, sus seculares calles, el salón de Isabel II, el Carrión, la Universidad -la más antigua del reino-, sus Cortes, toda su compleja historia, el Cristo en carne, momia de Santa Clara, eterna propiedad literaria de don Miguel. Y no olvido, en mi grato viaje, los campos de su infancia, algo más al sur, junto al, Pisuerga, que quedan bajo su custodia y cuidado idiomáticos, su responsabilidad difícil de humanista que, por definición, incrusta su labor en lo universal humano».

Vuelva o no vuelva a su tierra -a la de su infancia, a la de sus gentes, a la del padre con la frente rellena de sol, a las ventiscas del cierzo y el olor a tomillo y a resoles- Joaquín Galán; anclado ya en el mar de Barcelona, emigrante. como tantos palentinos -ganado por el amor y por la vocación profundamente literaria- seguirá siempre abriendo el surco musical del recuerdo entrañable, tal vez volviendo de continuo la vista atrás, unas veces para contemplar el terruño entrañable y otras veces para sacar de esa contemplación meramente estética e irreal, simbólica y poética, la fuerza necesaria para el duro batallar de cada día con el duro paisaje de asfalto de Las Ramblas, con la dura lucha urbana de cada momento, de cada palabra pronunciada a diario en el nuevo idioma aprendido por amor, mientras en la mente se acurrucan corno pájaros heridos las antiguas y jugosas palabras del vocabulario infantil impresionantemente castellanas.

Libro profundo y para la meditación. Para la lectura sosegada. Para ejemplo y aventura de quienes forzosamente practican esta bipartición de sus más esenciales contenidos, aunque no pueden plasmarlo en el dardo de un verso.

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