Pregón de las Fiestas del Carmen de 1976
Pregón de las Fiestas del Carmen de 1976
A principios de septiembre de 1976, se celebraron en Moreda de Aller las Fiestas del Carmen. La Sociedad de Festejos de Moreda de Aller, presidida por Alberto Fernández Faes, encargó a Jesús Castañón Díaz la elaboración del pregón.
Fue motivo de satisfacción, pues este acto complementó el Pregón de las Fiestas de San Martín que el autor pronunció en 1971. [Texto del Pregón de 1971]
Campo de la Iglesia de Moreda y Portada del Programa de las fiestas. Foto: Jesús Castañón Rodríguez.
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Pregón de las Fiestras del Carmen 1976
Las Raíces
Para quienes creen que la creación literaria tiene más de ciencia-ficción o de musas inspiradoras que de raíces y de autenticidad humana, traigo ahora a colación esta historia de mi viejo arraiqamiento moredense y allerano, que tal vez pueda explicar a muchos el por qué de esa mi insistencia machacona en temas del concejo, no debida precisamente a moda literaria, como alguien pudo pensar cuando estrenaba libro con el minero Romances de grisú, anclado en el paisaje de Moreda.
Raíces, que, por supuesto, no impiden posteriores arborizaciones inevitables en las propias circunstancias vitales (el hombre y su circunstancia, de que hablaba Ortega), que en mi caso concreto se definen así de terminantemente en mi último libro, Marea de retorno (incluido en Tres Trilogías Col. Pallantia, nº 5 Diputación de Palencia, especie de resumen de mi obra poética de los últimos quince años):
«Mi corazón se escinde en dos mitades,
uncidas para siempre a igual destino,
Moreda de las minas de mi infancia
y Palencia, Castilla del silencio.»
Palencia ha hecho su aparición prlncipalmente en la última de dichas triloqías: Trilogía de la muerte, mientras que «Moreda de las minas, de mi infancia» ha abierto fuego en Romances de grisú y ocupa buena parte de este último libro de retorno hacia el mundo del recuerdo.
No son, sin embargo; estas las únicas ocasiones en que el concejo allerano penetra con torda su fuerza en mi obra: Anclada en mi carne (Comarca, núm. 36, de 8-9-62), Las Teclas (novela corta finalista del Premio Naranco 1954), Media hora larga (cuento finalista en el Concurso de La Felguera), El tercer relevo (novela larga finalista en el Premio Alfaguara, 1965) pudieran ser algunos de los más notables ejemplos de este eterno volver y volver siempre sobre la temática de la propia tierra.
Para quien, por lo poco que he podido permanecer en Moreda, piense en la superficialidad de mis raíces alleranas, me es grato recordar aquí ahora que la casa donde actualmente se asienta: la casa de «Xuanín el Ablenu», en el Campo de Moreda, está levantada sobre la vieja vivienda de mi bisabuelo, el tío Miguel del Campo, uno de los cuatro vecinos de la Moreda labradora de finales de siglo. Debo a la permanente curiosidad de Guillermo Fernández Lorenzo esta graciosa reproducción de la revista «Norte», de abril de 1931, que posiblemente traiga a la memoria de más de cuatro de mis lectores agradables remembranzas de la vieja y familiar Moreda.
Vivienda en Moreda del bisabuelo, el tío Miguel del Campo.
Mientras casi toda la rama de esa raíz paterna se instalaba a lo largo del antiguo Caleyu, hoy Hermanos Miranda, desde la casa de mi pariente el gran poeta en bable Pepe Campo a la de mi tío Secundino -en cuyo antiguo corredor tomé con tanto gusto el sol en mi más tierna infancia- la rama materna, con mi abuelo al frente, se instalaba en la otra orilla del río, en el barrio de La Casanueva, en el que una larga serie de casas, que va desde la pedrera que sigue a la antigua casa donde había instalado su negocio el fotógrafo Tuero, hasta la actual escombrera que sirve de depósito de materiales y del palco gratuito para los espectadores del Federico Mulas. Ahí, al final de esa pequeña plaza a la que se desciende por una vieja pedrera que espera ser muy pronto transformada -por obra y gracia de la ayuda del Ayuntamiento y la colaboración de los vecinos- en descendente escalera, he pasado lo mejor y lo más recordado de mis años jóvenes. Ahí, en la última de las casas que cierra la plazuela, he pasado algunos de los mejores días de mi infancia, conforme yo mismo ha recordado en numerosos poemas y en el artículo Mi casa minera (Comarca, diciembre del 62) y he iniciado los primeros borradores de Romances de grisú, como claramente ha hecho constar en la leyenda que acompaña a su retrato de la misma mi pariente el joven pintor Felipe Casillas.
Cuadro de Felipe Casillas, que retrata la casa natal del autor, en 1973.
Ahí se ha desarrollado asimismo todo el ambiente familiar que -ahora mezclado con mis nuevas experiencias castellanas- embarga la última parte de Marea de retorno: desde el poema dedicado a mi padre (Álbum de Fiestas del 75) hasta los versos iniciales de este otro poema dedicado a mi recién fallecida madre, con el que quiero cerrar esta tan breve como apasionada afirmación de mi hondo afincamiento allerano:
«Quien dice madre dice
a gritos madre y tierra,
ternuras no olvidadas,
primer verso del llanto… «
Jesús Castañón
El autor con la Reina de las Fiestas, damas de honor y otros representantes de la Sociedad de Festejos. Foto: Archivo de Jesús Castañón Díaz.
Fachada del Centro Cultural de Moreda que acoge versos de Romances de grisú. Foto: Jesús Castañón Rodríguez.